, y son muchas sensaciones, algunas de ellas contrapuestas, las que se arremolinan en mi cabeza.
Me siento hastiada, asqueada.
Me hastía hablar del pasado cuando no hay nada que festejar. 3.664 muertes de personas trans
en lo que llevamos de década, 350 en lo que llevamos de año. ¿Es el asesinato o la condición de víctimas conmemorable o reivindicable?
¿El que las personas trans
hayamos sido reducidas durante siglos en Occidente a una inhumana condición de marginación y ostracismo social debe ser motivo de celebración? ¿Celebran los negros igual de reivindicativamente sus años de esclavitud? ¿Tenemos que recordar obsesivamente cada año a la sociedad nuestra condición de víctimas, de corderos destinados al sacrificio en esta alucinante celebración del pathos por la cual se supone nos deben algo? Concretemos, y expresémoslo de una vez con todas las letras. No se nos deben nuestros derechos como “reparación” o “gratificación”
de años de sufrimiento, se nos deben los derechos que nos corresponden por justicia por nuestra simple condición de seres humanos. Y el camino de vida que abrazamos por libre voluntad las personas trans como únicas propietarias de nuestros cuerpos y nuestras vidas no debe ser nunca más coartada ideológica o políticamente para vetarnos esos derechos. Simplemente eso, nada más ni nada menos.
No soy una víctima, me niego a asumir y aún más me niego a abrazar o utilizar esa condición. Ésa es una de las razonas por las cuales ejerzo mi activismo, aparte de la lucha por la consecución de los derechos humanos que aún nos faltan en este país. Derecho a un trabajo digno, a una vida digna, a una sanidad digna, a la pura y simple dignidad humana. Derecho a que ningún hijo de… me mate por la calle.
Derecho a que nadie me cuestione a mí lo que soy o no soy.
Ya sé quien soy, gracias, y tú no tienes voz ni ninguna autoridad para opinar sobre ello. Las personas, los seres humanos, somos lo más importante que existe y tenemos derechos. Las ideologías, la ignorancia y la barbarie no lo son y no tienen derechos. Es lo que hay.
Dentro de muy poco se aprobará por nuestro propio esfuerzo, y no por regalo de nadie, la Ley Integral Trans
que regulará el conjunto de derechos humanos y sociales que nos corresponden por justicia. Una Ley que nos equiparará por fin al resto de la ciudadanía española, que nos librará de la marginación y que nos incorporará a la sociedad como ciudadanos con los mismos derechos y deberes que el resto. Ni buscamos más ni nos conformamos con menos. Y recalco que la consecución de esta Ley se habrá debido ante todo al esfuerzo, reclamación y exigencia de justicia por parte de la comunidad de personas y familias trans. Nadie nos estará haciendo ningún regalo porque nadie es quién para arrogarse el poder de hacerlo. Los políticos en su calidad de servidores públicos estarán simplemente haciendo su trabajo el cual naturalmente agradeceremos si está bien hecho, al igual que el esfuerzo de las asociaciones y colectivos pro derechos que también estarán cumpliendo uno de los objetivos para los que fueron creadas.
Es aquí, en este momento histórico conseguido a base de nuestro propio esfuerzo, donde de verdad debe empezar nuestra memoria, donde de verdad empieza nuestra historia y su celebración, superada por fin esa nefasta etapa de marginación y esclavitud social. Es esto y no otra cosa lo que debemos ofrecer a nuestros muertos.
Sabemos que el esfuerzo no será fácil, para nada lo está siendo. Para que la Ley y nuestros derechos humanos y sociales por fin se consoliden estamos luchando y tendremos que luchar en el futuro contra una inmensa maraña de intereses políticos, ideológicos y económicos, contra todos los representantes de la reacción y contra ese conglomerado de diversos partidos políticos pretendidamente progresistas y oscuras secciones de movimientos sociales pretendidamente reivindicativos que, en defensa de sus privilegios, aún creen tener derecho a voz para atreverse a decirnos lo que somos y cual es para ellos nuestro sitio en la sociedad española. Zafia ignorancia obsoletamente ilustrada, voces que nacen muertas porque no le dicen nada al conjunto de la sociedad, pero aún sostenidas por sus corifeos económicos, ideológicos y mediáticos. Castillos de cartas que pronto se derrumbarán en la arena porque, aunque todavía sigamos escuchando sus ladridos, cada vez tienen más en su contra a una sociedad española demasiado baqueteada en los últimos tiempos que a lo único que aspira es a vivir en paz y a la misma vida digna por la que luchamos nosotros. Y esta próxima extinción social de quienes se oponen a la vida también pasará a formar parte de nuestra memoria.
Ni un sólo insulto sin contestación, ni un sólo ataque sin respuesta, ni una sola acción sin reacción. Si nos siguen atacando es porque todavía se creen impunes, sólo en nuestras manos está el demostrarles y sobre todo demostrar a la sociedad que eso ya no es cierto. Y el día que lo consigamos también pasará a formar parte indeleble de nuestra memoria.
Feliz Día de la Memoria Trans.
Por ellos. Por esa Memoria que creamos cada día mirando siempre hacia delante.